lunes, 7 de septiembre de 2009

Craig Nelson: Rocket Men

El subtítulo es The Epic Story of the First Men on the Moon y como se indica se trata de una historia del primer viaje a la Luna: el Apolo 11. No obstante el libro es bastante más que eso y, aunque los primeros capítulos no sean más que una recopilación de la política de aquellos años, bien vale leerlo si quieres enterarte de muchas cosas.

Es una obra densa y en algunos momentos la cantidad de detalles llega a exasperar un poco, pero se puede leer sin problemas, sobre todo si obviamos la primera parte ya citada.

En mi afán por encontrar un libro que relate la carrera espacial hasta al menos la creación del transbordador, esta es la que más se acerca a ello, pese a estar centrada en el Apolo 11.

A partir de las primeras investigaciones sobre cohetería en la Alemania Nazi y el traslado de von Newman a Estados Unidos, el autor va hilando la creación del proyecto espacial, centrado más o menos en las naves Apolo, con breves recorridos por otros temas como la investigación rusa, pero siempre alrededor de la conquista de la Luna.

No obstante su centrado en el detalle, no se trata de una obra completa. Faltan Apolos y sobran politiquerías, y la narración del primer alunizaje peca de demasiado detallada, detalles que podrían haberse eliminado a favor de una visión más amplia del tema.

Un aspecto que muchos libros de este tipo no cubren son los aspectos sociales y personales de los personajes centrales; en este caso no es así, ya que podemos leer sobre los problemas económicos de cobrar un sueldo normal y tener un nivel de vida muy superior debido a la fama de los personajes, hasta en qué medida les ha afectado a la vida personal de ellos y de sus familiares directos, de hecho en los capítulos finales se nos cuenta qué fue de los tres primeros astronautas que fueron allí.

Cosas que me han llamado la atención del libro es que John Glenn “siempre actua como si estuvera siendo visto por una armada de Boy Scouts o niños, incluso cuando se está metiendo el dedo en la nariz o meando”.

“Entonces advirtió a Aldrin acerca de que ‘uno grande… unos tres pasos’, era más o menos el tamaño del pequeño paso. Mientras, Aldrin tuvo que recordarse no cerrar la puerta de la cabina después de salir del Eagle, desde que los diseñadores olvidaron incluir una manija en la parte de fuera”. Esto en relación a “un pequeño paso para (un) hombre, un gran paso para la humanidad” cuando saltó de la escalera al suelo ya que por lo visto la altura era superior a la esperada.

En el módulo lunar, cuando ya se iban, descubrieron que el único interruptor que era absolutamente indispensable para salir de allí se había roto a consecuencia de las estrecheces al ponerse los trajes. Menos mal que lo solucionaron con la punta de un bolígrafo.

Se supone que los efectos ópticos que vieron (ellos y otros) a lo largo de todo el viaje sew deben a rayos energéticos impactando en la retina. Los “ruidos extraños” oídos mientras volvían fueron una broma gastada por la tripulación a la gente de la base, simulando ser estraterrestre.

Y la cita que más me mola de todo el libro: “En el momento en que escribo esto, el coste completo de ir a la Luna, en dólares de 2008 ajustados con un 600 por ciento de inflacción, es el gasto de 540 días de la Guerra de Iraq”.

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